La hiperjudicialización que vive nuestra sociedad, de la que los jueces somos testigos directos, necesitaría ser reconducida para que no termine convertida en una patología social. El sistema judicial, del modo en que hasta ahora se ha concebido, genera respuestas lentas, no siempre acordes con los reales intereses de las partes y con un elevado coste para la sociedad. Las personas que enfrentan conflictos o discrepancias no siempre encuentran respuesta en los juzgados, porque sus diferencias pueden tener componentes no jurídicos que no se verán resueltos en los tribunales, en todo o en parte.
La mediación, además de una buena metodología para abordar los conflictos cuando éstos sean idóneos para esta vía, fomenta el diálogo y la cultura del consenso -tan necesitada actualmente-, refuerza la auto responsabilidad de la ciudadanía y contribuye a construir una sociedad más pacífica y democrática.
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